Roko Tanfara: seis décadas de emigración

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Así, en las últimas dos décadas ambos veranean en la isla natal de Roko, quien se dedicó a renovar la casa familiar, construyendo para sus nietos una nueva vivienda con cuatro apartamentos con vista al mar. Los Tanfara pasan su tercera edad haciendo un equilibrio entre el sueño de volver a la patria o quedarse en Canadá con sus cuatro nietos.

 

Muchos emigrantes de nuestra diáspora transoceánica llegan a sus lugares natales de la costa adriática durante los meses de verano, cuyos planes de descanso estival en Croacia no fueron interrumpidos ni por el mismo coronavirus. Entre ellos se encuentra la familia del octogenario Roko Tanfara, oriundo de Krapanj. Para él, durante los tiempos de Yugoeslavia y la Croacia socialista, a fines de los años 50 del siglo XX, no había trabajo en el trayecto desde Rijeka a Dubrovnik, como tampoco lo había para los jóvenes agricultores, pescadores y recolectores de esponjas. Después de una huída dramática con siete compañeros de dieciocho años desde Krapanj, a remo hacia la libertad de occidente hasta casi quedarse sin fuerzas en la noche fría del 26 de octubre de 1958, y después de dos años en el campo de refugiados en Italia, Tanfara partió en el navío Irpinia desde Nápoles hasta la ciudad de Quebec, Canadá, después de doce días de navegación, a los 20 años de edad, el 2 de septiembre de 1960.

Los comienzos en Canadá fueron difíciles y tormentosos. Su primer trabajo fue en una granja de hongos, por 100 dólares al mes, época durante la que vivió de manera muy humilde. Pero su suerte cambió al conocer a Mira, la que sería su futura esposa, durante una fiesta: una joven de Moslavina que había emigrado desde la patria hacia Alemania, y que luego de tres años de trabajo duro, cambió por Canadá, en 1969. Mira creció en Mala Ludina, siendo la décima hija de la familia, mientras que Roko había dejado en la patria a una hermana, tres hermanos y a su padre. Después de diez años, Roko fue cambiando los trabajos duros por otros más fáciles y mejor pagos en la conocida industria automotriz Chrysler donde, al haber dominado el idioma inglés, recibía cada vez mejores ofertas.

Allí trabajó durante 30 años, y pasó de ser un simple pintor a capataz. Se fue perfeccionando y con el tiempo fue técnico de laboratorio. Mira y él tuvieron un hijo y una hija, que ya están casados desde hace tiempo. Roko se jubiló en 2002, poco después de su esposa. Así, en las últimas dos décadas ambos veranean en la isla natal de Roko, quien se dedicó a renovar la casa familiar, construyendo para sus nietos una nueva vivienda con cuatro apartamentos con vista al mar. Los Tanfara pasan su tercera edad haciendo un equilibrio entre el sueño de volver a la patria o quedarse en Canadá con sus cuatro nietos.

Recientemente, Mira y Roko llegaron desde Toronto a Munich a través de Lufthansa. Allí los recibió el ingeniero y periodista Dasmir Borovčak, retornado de Canadá, quien los llevó primero a Brodarica y luego a Krapanj. Nacido en Zagreb, este voluntario de la Guerra por la Independencia está unido a la familia de Roko por una amistad firme, de la época de la lucha por la Independencia de la República de Croacia, cuando juntos participaban en Ontario de todas las campañas de reunión de fondos y envío de ayuda sanitaria, humanitaria y material a la patria en peligro. Según sus posibilidades, Roko y Mira se incluyeron entre los primeros en la reciente campaña „Juntos por Zagreb“, relacionada con el terremoto que afectó a la capital croata.

Muchos habitantes de Krapanj – dice Roko – se dispersaron por el mundo en busca de trabajo, muchos viven en Australia, o en el oeste europeo, mientras que una minoría partió hacia Canadá y EE.UU. Su hija y tres nietos debían llegar a Krapanj este año y pasar cinco semanas allí, pero los planes se cancelaron debido a la pandemia. Y así, solos por algún tiempo, en la terraza del hotel Spangiola, los Tanfara de Toronto se reúnen con los demás oriundos de la isla de Krapanj.

 

Texto: Vesna Kukavica

Fotos: álbum familiar

 

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